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sábado, 14 de julio de 2012

EL PERRO EN MILPA ALTA. UNA PEQUEÑA ANTOLOGÍA.


Por: Raymundo Flores Melo*

¿Cómo eran los perros en Milpa Alta hace  setenta años? Sin duda, diferentes a como los vemos ahora por las calles. La presencia de perro de “raza” era escaza y por tanto, los canes de la región eran de los que malamente se ha denominado como criollos, cuando la verdad presentaban el tipo de los perros comunes mesoamericanos, tamaño mediano, pelo corto, en algunos casos orejas erguidas, colores variados predominando, quizá, los de pelaje amarillo y oscuro.

Los perros han sido los compañeros de los milpaltenses en sus labores cotidianas, los acompañaban a la milpa, a raspar los magueyes para sacar el agua miel, a pastar con los borregos, a la cacería, a la búsqueda de hongos en el monte, en la elaboración de carbón o la recolección de zacate. 

Por su cercanía con el hombre,  han sido objeto de varias narraciones. El perro se ha tornado nahual o de repente ha adquirido el habla con el objetivo de brindar un ejemplo moralizador al hombre pero también lo encontramos dentro de algunas creencias arraigadas, aún hoy día, en el pensamiento de algunos habitantes de la región.

En las obras de Juan Crisóstomo Medina Villanueva, José Concepción Flores Arce, Librado Silva Galeana y Doña Luz Jiménez, así como de algunos niños de Santa Ana Tlacotenco, tenemos la figura del perro y su relación con la gente de Milpa Alta y sus pueblos.

Empecemos con:

 El perro-nahual. Varios cuentos, como aquellos que siendo niños tuvimos oportunidad de escuchar de labios de los mayores alrededor de la mesa – sustituto del viejo  y cálido tlecuil - a la hora de la cena, en la que el encuentro, en la oscuridad de la noche, con un gran perro negro servía de inicio de una aventura que incitaba temor pero también ganas de escuchar más sobre este tipo de sucesos, entremezclándose con los de muertos, brujas y aparecidos. 

Uno de esos relatos lleva por título “Los nahuales”:

Hace ya muchos años, en el pueblo de Santa Ana, en una noche oscura, un señor regresaba del campo pero no caminaba por la vereda, sino a un lado; como ya era muy noche, podían asaltarlo y golpearlo. De pronto oyó llorar a uno perros, pero uno de ellos sobresalía por ser más grande y más fuerte, parecía el líder. Caminó a la par de ellos sin que lo vieran, y al llegar a un arenal, comenzaron a revolcarse. Cuál no sería la sorpresa del señor al ver que el más grande se convertía en persona y daba instrucciones de ir a robar, pero ahora convertidos en burros. Se fueron y el señor no supo más sino cuando oyó en el pueblo el rumor de unas personas que habían sido acribilladas al tratar de robar maíz en el pueblo de San Juan. Entonces el señor se dio cuenta que eran los mismo nahuales que se habían revolcado en el arenal[1].

La arena o la ceniza son los elementos que permiten, al revolcarse en ellos, la transformación del nahual en perro, en burro, en piedra, etcétera. Si bien estos cuentos ya no se hacen al rededor del tlecuil, calentándose con el fuego en una noche fría, disfrutando un café, aún siguen entreteniendo a quien tiene la suerte de escucharlos de la boca de la gente grande, sobre todo cuando falta la corriente eléctrica.

El perro como ejemplo moralizante. En este apartado llega a la memoria el profesor Juan Crisóstomo Medina Villanueva, del barrio de San Mateo. Con “El perro anciano” o “Chichihuehue”,  cuento de tradición mesoamericana que transmite, a partir de un ejemplo, el deber de los demás hacia los ancianos, a parte de despertar sentimientos de piedad a los lectores:

-¿Perro anciano, por qué estas tan triste? Se le oprime a uno el corazón con tu llanto. Y el perro anciano respondió: -“El tiempo se me vino encima. Cuando era pequeño, los hijos de mi amo me cargaban, me abrazaban, conmigo jugaban y me besaban. Cuando crecí, me iba al campo con mi amo, cazaba conejos, ardillas, espantaba a las comadrejas, tuzas y serpientes, aquí en la casa yo cuidaba.

Y ahora que ya he envejecido, cuando ya no veo, ya casi no oigo y mis patas ya no me ayudan. Y ahora cuando mis dientes se han caído y ya no puedo ser rápido…” Llenándosele los ojos de lágrimas dijo: ¡Mi amo, ya no me quiere! Dice que apesto, me corre de la casa y me saca hasta la puerta. Ya no me regala mi tortilla. Cuando me da puntapiés, no me duele su pié al golpearme, más me duele lo que mal enseña a sus hijos, pues así le harán a él cuando envejezca. Y volvió a llorar de tristeza[2].

Si bien el cuento acaba con una argucia y el perro anciano, gracias a ella, puede volver a gozar de los cuidados y el cariño del amo, el mensaje es claro: no hagas a los demás, lo que no quieras que te hagan.

El perro y su relación con la muerte. Aquí, sin duda, un texto fundamental es el que doña Luz Jiménez narró a Fernando Horcasitas en “Los cuentos nahuas de Luz Jiménez”. Cabe mencionar, antes de citar lo dicho por la señora Julia, que el parecido de contenido con el que fray Bernardino de Sahagún recogió en el siglo XVI, es notable, únicamente varía en lo tocante al color de los canes. 

La creencia de que los perros ayudan a los hombres a pasar un ancho río después de la muerte todavía esta arraigada no sólo en Milpa Alta, también en lugares cercanos como Xochimilco y Mixquic, creencia que explica él porque las persona de la región tienen perros en su casa y estos  son muy apreciados por los pueblos originarios.

Cuentan que cuando alguien muere nos pasan los perritos por donde vamos. Dizque pasamos un río. Los perritos si los quisimos aquí en la tierra, nos pasarán, y, si no los quisimos, nos tratan mal. Si es perro blanco se hace mucho del rogar para hacernos pasar. Si es negro el perro, o amarillo, nos va a encontrar. Y dice: ‘Siéntese sobre mí. Lo haré pasar este río ancho’[3].

El perro y lo sobrenatural: Una de las creencias dice que los perros pueden ver a los muertos que y por eso aúllan de una manera especial y que, si una persona quiere hacerlo, basta con ponerse las chinguiñas de estos animales. Pero no sólo eso, además que si uno se cree portador del llamado “aire”, con tocar al perro antes de entrar a la casa, ese mal se quedará en el animal sin dañar a los otros habitantes de la misma. Esto nos lo cuenta el nahuatlato Librado Silva Galeana del poblado de Santa Ana Tlacotenco:

El perro “Llora de forma lastimera.- Esto lo hace también cuando ‘ve’ algo sobrenatural. Se dice que con este llorar lastimero muchas veces ‘anuncia’ que quizás un suceso infausto puede sobrevenir”[4].
’Ven’ cosas sobre naturales los perros y otros animales. Se dice que cuando esto le ocurre al perro es cuando ‘ve’ al no bueno, al no benigno que a veces llaman ‘aire’. Los perros y otros animales también ayudan a quitarse, a separar de sí el ‘aire’ cuando llega a uno, cuando se pega a uno.

Si una persona ‘ve’ algo sobrenatural, si en algún sitio ‘recoge’ el ‘aire’ y ella se ha percatado de ello es necesario que al llegar a su casa, en caso de que haya bebés y para que a estos no les ocurra nada porque pueden hasta morirse, es necesario (que la persona que ‘trae el aire’) toque a un perro u a otro animal para que en él deje, pegue lo no bueno, el ‘aire’”[5].

También otra creencia es que los perros pueden hacerle maldades una persona, cuando esta no les convida de lo que esta comiendo:

el perro le hace un ‘daño’ a una persona por ‘desquite’. Se dice que cuando alguien está comiendo y no le ‘regala’ nada al perro, no le da nada (de comer) y éste sólo se traga la saliva, en ese momento le brotan granos en la lengua a quien come. Esto ocurre porque al perro se le hace enojar y él le hace una ‘maldad’ a la lengua de esa persona. Cuando esto le ocurre a alguno, el remedio es como aquí se dice: Se pone en el comal una tortilla y cuando ya está muy caliente se coge, se voltea, se le quita la parte delgada y ya se ‘limpia’ la lengua con ese pedazo de tortilla y ya se va calmando, va cediendo la inflamación. No todos los perros hacen esto[6].  Por eso es bueno compartir parte de nuestro alimento con los canes.

El perro casi humano: Tanto hemos compartido con él que lo tratamos como si fuera  un semejante, con nuestras virtudes y defectos como lo deja ver un texto del maestro “Xochime”, José Concepción Flores Arce, que lleva por nombre “Chicoltzintli”. 

Cabe mencionar que el texto es bilingüe. La narración en español es la siguiente:

1. El señor don Chano y don Miguel eran vecinos, vivían uno frente al otro. Eran compadres. Todos los días por la mañana se saludaban respetuosamente.
2. En el camino, frente a sus casas se preparaban para ir al monte. Amarraban sus caballos en las cercas del camino.
3. Don Chano era dueño de un perro pinto llamado Chicolli, este animal aún era joven, cosquilloso y juguetón. ¡Bonito animal!
4. Cuando don Miguel se topaba con el perro travieso, le hablaba con cariño y respeto: - ¡Chicoltzintli! ¿Cómo amaneció usted? Y el perro como que hacía caravana, movía el rabo en actitud de respeto y le lamía las manos.
5. Don Miguel también era dueño de una perra ya adulta y gorda llamada Meca’tzin. Chicolli era célibe, no le interesaba seguir todavía a las hembras de su género y su mundo era el juego.
6. Pasó el tiempo… y un día Chicolli por la mañana estaba nervioso, chirriaba. Estaba ansioso por salir a la calle.
7. Don Chano, de por sí socarrón, saludó a su perro: ¿Cómo amaneció usted, mi respetable hijo? ¿Qué le acontece a usted? ¿Qué incitante cosa ha deseado? Y en seguida desató la amarra que sujetaba la puerta del patio y raudo salió Chicolli. Meca’tzin ya esperaba en la calle. Cuando salió don Chano, Chicolli ya había pecado, ya había cometido deshonra.
8. ¡Epa, epa! Chicolli malandrín, perro inmundo. ¿Qué desaguisado has cometido? ¿Acaso desconoces que Meca’tzin es nuestra venerable comadre?
9. Ahora que salga nuestro compadre ¿qué voy a decirle? ¡Perro vulgar y vil pecador! Si pensaste cometer este sucio acto ¿Porqué aquí en la calle estás dando este mal espectáculo? Hubieras pasado a la honorable Meca’tzin allá adentro en la cama. Así si ya te abatiste, recuéstate y descansa.
10. Repite tu gracia si así te place. Y Chicoltzin en posición comprometida, apenado, bajó la cabeza
[7].

La humanización que se hace del perro es notable, los hacemos compartir nuestros valores morales, así como las relaciones sociales que tenemos, nuestra manera de comportarnos ante algunas circunstancias, es decir, forma parte integrante de la familia y su cultura.

Que más decir de estos canidos y su simbiosis con el milpaltense, baste con una frase muy repetida cuando se habla de la época revolucionaria: En Milpa Alta hasta los perros eran zapatistas[8].

Julio de 2012.
*Integrante del Consejo de la Crónica de Milpa Alta y
vecino del barrio de la Concepción.



[1] OCHOA CABRERA, José Antonio, et al. Nich mononuchelli no cultzi. Me lo contó mi abuelo. Tradición oral infantil de los nahuas de Santa Ana Tlacotenco y San Juan Tepenahuac, Milpa Alta, D.F. México, El Angelito, 1996, p. 27
[2] MEDINA VILLANUEVA, Juan Crisóstomo. El perro anciano. En la página electrónica: http://teuhtli.blogspot.mx/2012/04/el-perro-anciano.html . En el sitio también se puede encontrar la versión en náhuatl.
[3] HORCASITAS, Fernando y Sarah O. de Ford (recops.). Los Cuentos en Náhuatl de Doña Luz Jiménez. México, UNAM, 1979, p. 13

[4] SILVA GALEANA, Librado. In milla chichime innemiliz, in tlen itech innematiliz. Los perros. En Estudios de Cultura Náhuatl, 19: 431, IIH, UNAM, México, 1989
[5] Ibíd. p. 433
[6] Ibíd. p. 429
[7] FLORES ARCE, José Concepción. Memoria de Momoxco. Compilación de narraciones bilingües náhuatl-español. México, Ce-Acatl, 2009, pp. 253-256
[8] Idea contenida en la narración “Una historia milpaltense” del libro: LOZA JURADO; Juan Carlos (coord.) ¡Viva Milpa Alta! Relatos de la Revolución. México, GDF-SEDEREC-Atoltecayotl-Bi100, 2009, p. 26-27